Entré a su casa, pase por un pasillo largo, oscuro y frio, termine por subir cada uno de los peldaneos de su escalera, hasta que llegue por fin donde queria.
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En su dormitorio habia una bandera nazi, ademas de muchos cuadros de
En ese momento desee que fueran tres al mismo tiempo quienes embestieran mis fantasias sexuales mas profundas, pero no por la potencia que pudiera llegar a sentir de ellos, sino porque me calentaba verlos formando fila, marchando en ese acontecimiento sexual desenfrenado que estabamos teniendo. Era una guerra. La guerra de dos cuerpos uniendose y amalgamandose, por el orto, por cada agujero, “cada catrera” decia él, sin dejar de mirarme con cara de asesino violento.
Si bien por un lado sentia (y me calentaba sobremanera) los dos bandos que se desgarraban en el campo de batalla con miles de explosiones anales, tambien formaba parte de la simbiosis de excitacion que me provocaba “el saber” de la cantidad de cuerpos que perecieron en esas batallas por las que él habia pasado victorioso. Cuerpos que buscando la libertad, murieron en la mas inospita, sombria, y recluida soledad. Ansiandola con desmero, con dolor de no saber cuándo iban a volver a ver la luz.
Eran tres, tres ballonetas, tres fusiles que entraban y salian de mi concavo y ubicuo feretro judio. Si bien no habia nacido en el ceno de una familia judia, fui adoptado por una a la cual le tome un especial afecto desde pequeño.
De chiquito las historias que el abuelo contaba, quien habia logrado soportar el sufrimiento de los campos de concentracion y les restaban fuerzas para contarlas, me provocaban erecciones. Historais que las relataba porque creía en el ejercicio de la memoria, y apostaba firmemente que no se repetirian jamas. Sin embargo en cada penetrada se me presentaba todo el dolor con las que las lloraba, como flashes, y lograban calentarme cada vez mas.
Penetraba con total violencia aquel agujero, era el feretro de los inocentes caídos en la guerra, y eso seguia excitandome aún más.
Acabamos juntos, fue lo mas hermoso. Morimos juntos en ese acto de violencia extrema, consumandonos como parte de todo. Parte de todo lo que nadie acepta jamas. No todo es color de rosa, siempre hay algo putrefacto en esto. Algo que nadie acepta.
Yo no puedo converger donde todos concurren, donde todos sienten que el pene erecto desgarrando con placer lo es todo, o que te entreguen el orto con amor y cariño, para consumar un gesto noble y dulce que despues te provoca hemorroides. Siempre fui puto.
Guido Crepax
Texto publicado en la revista Nº3 de "en Voz Alta", revista que se autogestiona y difunde textos de artistas Rosarinos.
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